

En Roma de Urbano VIII había diez mil prostitutas por cada cien mil habitantes: un dato significativo de lo que era la capital del Estado Pontificio durante aquel período del siglo XVII
Y en sus plazas se encendían las hogueras en las que sea salvaban las almas de las brujas incinerando sus cuerpos. La bella, salvaje y apasionada Isidora era muy niña para subir a la pira junto a sus progenitores, reos confesos de brujería; y , cuando aspirante a bruja, la Inquisición puso sus manos sobre ella, consiguió escapar, para ir a engrosar la tropa de rameras de la Ciudad Santa. Tras convertirse en cortesana de categoría , con príncipes y cardenales rendidos a sus pies, el encuentro con un misterioso y fascinante Señor cambia sus planes. De este hombre, prudente y devoto, se enamora Isidora profundamente. Pero aun profesándole un gran afecto y amistad, el personaje no pude responder a sus deseos; se encuentra demasiado elevado como para condescender con las debilidades humanas: es el Papa.
En la Roma variopinta del "reino de los Barbarini", poblada de cortesanos sin prejuicios y aventureros , se desarrolla la cautivadora, tierna y a veces irónica historia de un amor imposible. Pero, para Isidora, que a pesar de todo conoce momentos de felicidad en sus diálogos con el Papa, la vida de cada día se presenta a menudo llena de engaños, atropellos y peripecias. Para ella, bruja por derecho de nacimiento, siempre hay una hoguera esperando.
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