

El Santo Oficio disponía de prisiones especiales. En los comienzos, la Inquisición tan sólo perseguía a los herejes, y sobre todo a los judíos conversos y a los musulmanes, pero después la jurisdicción se extendió a todos los sospechosos, incluso a los que no habían sido bautizados."
"La penalidad comprendía distintas penitencias, uso de un distintivo perpetuo o transitorio, que consistía en una túnica amarilla en la que había una cruz roja o sambenito, la prisión perpetua o temporal y la muerte en la hoguera. A los difuntos se les quemaba en efigie o estatua, y si el hereje había sido sepultado, se le exhumaban sus restos y eran quemados en la hoguera."
"La ejecución se efectuaba en el mismo lugar en que se había leído la sentencia... los bienes confiscados pertenecían al rey, con el producto de los mismos, que en los comienzos de la Inquisición ascendieron a cuantiosas sumas, se satisfacia los sueldos de los funcionarios del Santo Oficio. Esto fue motivo de un sinnúmero de conflictos entre los monarcas y los pontífices."
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